Constituye una actividad humana ciertamente compleja,
automatizada, generadora de situaciones de gran estrés, el conductor no siempre
es capaz de manejar un vehículo y el sentimiento de desconfianza en sus propias
habilidades se acaba generalizando, provocando una sensación de ansiedad y
estrés difícil de superar.
Los conductores deben manejar un elevado número de estímulos
que convierten su conducción en una actividad estresante, lógicamente con mayor
intensidad en los conductores noveles que experimentados, todo ello les provoca
un nivel de tensión muscular muy elevado y comporta una gran fatiga en el nuevo
conductor. Ansiedad, antes y durante la conducción, sudoración, pesadillas
anteriores y posteriores al viaje, rigidez muscular, temblor, visualización de
accidentes, son algunas de esas variables que se pueden dar en los conductores
que sufren esa emoción.
Y si añadimos el miedo, entonces estaríamos hablando de la
fobia a conducir, un trauma que se calcula afecta a más del 30% de los
conductores españoles, especialmente por la pérdida de capacidades, por los trastornos
psicológicos derivados de un accidente de tráfico o, en el caso de muchas
mujeres, por la postergación que se da a veces en el vehículo cuando conduce el
marido y se produce un cambio de roles.
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